En octubre de 2012 me fui a un pueblo del sur, lo único que sabía era que haría una película. Llegué acompañada de dos amigas, oteamos la cosa, me dejaron colocadita y se volvieron a la urbe. Antes habíamos colgado los carteles de presentación.
y marcaba un día y un lugar.
Unas 40-50 personas asisten a la primera reunión, sobre todo adolescentes, niños y mujeres de unos 70 años. Vamos a hacer una película en el pueblo, todo el que quiera puede participar. Pero una película cómo, ¿trae usted una historia? No, la vamos a construir juntos, contaremos las historias que queramos. Pero eso no es así, usted tiene que saber lo que quiere hacer, y traerlo preparado. Ya… es que esta película es así, cada uno puede participar de los momentos que quiera, pero está todo por hacerse, empezaremos por decidir qué vamos a contar y cómo. La cosa se va soltando, empiezan a volar ideas, algunos no volverán, otros no fallarán ni a una.
Así empezó una experiencia cinematográfica que duró hasta el verano siguiente. Nueve meses que recorrían un valle sin duda encantado. Blanca es un pueblo de 6000 habitantes atravesado por el río Segura, en pleno valle de Ricote, zona morisca todavía hoy por su proporción de población magrebí. Huerta. Agua. Frutales. Y esparto.
Como la pregunta era ¿hacemos una peli? y hubo gente que dijo sí, nos pusimos a ello. Contaba con una casa que pagaba el ayuntamiento (los habitantes de Blanca con sus impuestos, pues) y aunque no conseguí asignación de la concejalía de cultura ni para la alimentación, abundaban los guisos y las cajas llenas de huerta. Empecé sola, pero pronto volvieron las amigas y más gente se fue uniendo: estudiantes de Murcia venían a los rodajes los fines de semana y de marzo a junio fuimos mínimo 3 en la base de la montaña. Veíamos así:
¿Qué teníamos? Nuestras cámaras, vestuario y atrezzo, que recopilábamos en y fuera del pueblo, archivo viviente envidia de cualquier departamento de arte, ordenadores, un par de trípodes, y a veces algo de material extra (focos, pértiga para el micro) que prestaban de la universidad de Murcia. En diciembre dimos por acabada una primera fase de puesta en común de imaginarios. Lo que teníamos era heterogéneo: una casa que alberga las historias del pasado, si miras con atención, un leñador que se enfrenta al desprecio popular y secuestra un niño por desesperación, el trabajo del esparto en los almacenes de esteras, sustento de la zona (junto con la fruta) durante buena parte del siglo XX, niños, el pasado en el presente, hay un bajo relieve de la cara de franco en una placita, le falta la nariz… Haré una elipsis enorme porque esperamos un día editar una película sobre lo que fue hacer esta película, pero llegamos a julio de 2013 y resulta que hemos hecho una peli, ¿y de qué va? preguntan lógicamente por el pueblo: pues… va de… no sabemos, son varias historias… nadie puede fácilmente sintetizar esta experiencia que desborda esa hora y media que dura, y esa pantalla rectangular donde la vemos enmarcada. No cabe ahí y no le podemos dar nombre. Un compañero sentencia:
DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
DE UN PUEBLO AL QUE LE GUSTAN LAS HISTORIAS
La llamamos NegraBlanca
Y la proyectamos en el teatro del pueblo para los vecinos, cobramos 3 euros, los participantes-creadores también pagamos entrada (esto creó pequeños conflictos y rumores por el pueblo, ya se sabe pueblo chico). Con el dinero pagamos la gasolina de los compañeros que venían de fuera cada semana y un par de discos duros para almacenar todos los brutos. El teatro de Blanca lo construyeron antes de la guerra, y fue cine muchos años, de esos de sesión doble el sábado, todavía conservan el proyector de 35mm como pieza de museo a la entrada, ahora actúan cada año un grupo de mujeres mayores del pueblo, las famosas y conocidas atrevidas, que están en la peli, que son la peli desde el primer día.
El teatro Victoria, sí, por la victoria.
Los blanqueños y blanqueñas que hicieron esta peli nunca habían hecho una antes, algunos de nosotros, los llamados “técnicos”, tampoco teníamos mucha experiencia, y desde luego ninguna trabajando de esta forma. Esta forma de un entre todos, de un plan-sueño común que nos hace equipo y familia, una colectividad que fuimos ensayando y montando, lo suficientemente alejados de las lógicas del capital. Al principio no teníamos mucha idea de qué estábamos haciendo, no sabíamos qué saldría de allí, probábamos, rectificábamos, cambiábamos. Fue después del primer rodaje cuando algunos entendimos que lo queríamos hacer así todo el rato. ¿Hacer qué? Películas, películas con la gente, desde sus historias mezcladas con las nuestras.
Aquí va el trailer de esa NegraBlanca del sur:
Negrablanca (Trailer en Vimeo)
y una pieza corta que montamos a partir de una de sus escenas. Nos llaman las estereras:
Nos Llaman las estereras (en Youtube)
Aquí podéis ver el blog del proceso, la web de la peli y la base teórica y práctica de este cine en Madrid. El equipo-motor de esta experiencia somos Elsa, Irene, Maik, Ángel, Nacho y Helena.
Muy interesante el Manifiesto del Cine sin Autor (no digo que esté de acuerdo necesariamente, pero desde luego es muy interesante). Dice cosas como: "Toda persona tiene derecho a existir como imagen fílmica en el universo de las representaciones cinematográficas y audiovisuales que se producen, circulan y se exhiben en el mundo."