Blade Runner 2049 (2017), de Denis Villeneuve
Me pregunto si para los aficionados a la ciencia ficción actual Blade Runner 2049, tomada en sí misma y sin relación con su predecesora, sería considerada una buena película… Supongo que es posible, aunque no puedo opinar al respecto pues no soy espectador habitual del género. Ahora bien, si es en referencia a la película original, mi impresión es que la cinta de Denis Villeneuve fracasa como continuación, segunda parte, secuela… del Blade Runner de Scott, y en muy raros momentos logra sumergirnos en esa realidad fascinante y reconocible a la que todo fan quisiera volver: el universo Blade Runner.
Recordemos que ese universo propio surge en la cinta original por influencia de Moebius (Jean Giraud), más concretamente de su historieta The Long Tomorrow (1976, puede leerse aquí), obra seminal del cyberpunk, desde Neuromante a Alien, y desde Star Wars a Blade Runner (más info). En ese pequeño cómic de 16 páginas está el origen del toque cyberpunk: ambientes mugrientos y abarrotados, tecnología descacharrada, aislamiento de las masas bombardeadas por los medios, imperio absoluto de las corporaciones, un aire de distopía post-industrial, lógica de serie negra, ironía autoreferencial…
Este es el universo que 2049 falla en recrear. Se diría que hace lo posible por recrearlo (el mundo de la chatarra, el bar, algunas calles…) pero como remedo, como decorado falto de autenticidad, pues durante la mayor parte del excesivo metraje, nos sentimos sumergidos en un mundo muy diferente: solemne, distante, frío, elegante sin duda; pero que proporciona más el sentir de la ciencia ficción que el escozor auto-irónico del cyberpunk de serie negra.
Este es el error de base que impide al fan identificarse con la realidad de ese universo e instalarse en él. Y a ello, se suman, relacionados, otros varios problemas que, ya en la última fase (quizá una hora de los 163 min. totales) causan en el espectador un franco desinterés y sopor incluso.
El protagonista (y otros actores, pues es la tónica general) borda tanto el papel de replicante que carece de la más mínima expresividad, personalidad propia, humor, simpatía. Es imposible identificarse con ‘K’ (Ryan Gosling), interesarse realmente por su vida y por sus problemas. Vamos, respecto a él, desde la indiferencia hasta, según los casos, la antipatía. En el personaje, y en toda la película, la falta de humor, de ironía… es tremenda. Incluso cuando aparece Deckard, nos cuesta reconocer su personalidad. Y es que guiños como, por poner un ejemplo, la escena de los fideos en la cinta original; hacen más por la verosimilitud del personaje que toda la acción y todos los efectos.
En la nueva versión, los diálogos son cansinos y sin brillo. Los parlamentos son murmurados dramáticamente como en una película checoslovaca de arte y ensayo, la mirada fija durante largas pausas. El estilo de serie negra ha sido totalmente abandonado y, con él, los diálogos chispeantes, cortantes, sarcásticos… Pronto descubrimos que no hay ‘caso’, sino una búsqueda existencial tan filosófica que desequilibra totalmente la peripecia. En la película de Scott el caso policiaco avanza trepidante; y en ese marco, los detalles filosóficos son complementos que aportan profundidad. En la de Villeneuve las proporciones se invierten, y el viaje del plastificado héroe hacia las fuentes de su juventud nos resulta cada vez más irrelevante y soporífero. Por añadidura, no disfrutamos de un antagonista de peso (como lo era Roy); pero ni siquiera de un malvado digno de tal nombre, como no sea el también plano y caricaturesco Wallace (no, las sicarias karatecas no cuentan como verdaderos malvados, para eso tienen que tener una personalidad…).
Todo está envuelto en una solemnidad innecesaria y pesada; tanto el desarrollo general de la historia, como cada acción en particular; los movimientos de los actores son pausados, importanciosos, así como los propios movimientos de cámara. La impresión general es de lentitud, lo contrario justamente de lo que sería necesario. Secuencias largas, sin palabras, donde se lleva a cabo una acción de escasa relevancia, quizá solo a mayor gloria de los elegantes decorados y fotografía; y que crean un ritmo introvertido, propio para la meditación o el bostezo.
Ya decíamos al principio que quizá sea mejor ver Blade Runner 2049 como una película independiente de su célebre predecesora, y con muchos méritos propios sin duda. Apreciar su magnífica realización visual, sus ingeniosas anticipaciones tecnológicas, su desencantada visión social del futuro…, y disfrutar tranquilamente sin buscar en ella otra alma que la suya propia.
Sinopsis de Blade Runner 2049 (Villeneuve)
Treinta años después de los eventos del primer film, un nuevo blade runner, K (Ryan Gosling) descubre un secreto largamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard (Harrison Ford), un blade runner al que se le perdió la pista hace 30 años.