Hemos visto la miniserie de cinco episodios Libertad, de Enrique Urbizu (2021), ambientada hacia 1807, en los años previos a la invasión francesa. La hemos iniciado, la verdad, con un poco de miedo al tratarse de una serie de época… Pues en contraste con sus equivalentes británicas, por ejemplo, las ficciones históricas españolas tienen cierta tendencia a la afectación y a la falta de verosimilitud:
La ambientación, el vestuario, raramente nos transportan de verdad al pasado; ya sea por su aspecto lustroso, nuevo…, ya sea por su envejecimiento antinatural. Esto, más que por falta de presupuesto, a veces nos parece consecuencia de una defectuosa iluminación, demasiado plana, incapaz de crear la atmósfera adecuada.
En cuanto al lenguaje, es común que los personajes antiguos hablen igual que en la actualidad, o de forma muy similar, imaginamos que a fin de no complicar la vida al público mayoritario. El resultado es que la impresión psicológica tiende a mantenerse en el presente, sea cual sea la época en que teóricamente nos hallemos.
Y ya para remate: la interpretación, pronunciación, ademanes, gestos con las manos… especialmente de los actores jóvenes, suelen ser tan de hoy en día que perfectamente oímos a los personajes medievales expresarse en un reconocible acento madrileño del siglo XXI…
En fin, que suele ser complicado sentirse realmente sumergido en épocas pasadas en estas series (por supuesto con diversas excepciones, como la excelente El Caso, que reproduce la España de los años 60 del siglo XX con gran perfección); más bien el espectador acepta con buena voluntad que la acción ocurre en tal época porque los actores van ‘vestidos’ así, y listo…
Libertad, de Enrique Urbizu: recreación estética del bandolerismo
Vaya por delante que ninguno de los problemas antes mencionados afecta a Libertad, de Enrique Urbizu. Al contrario, su atractivo estético y la verídica atmósfera creada son realmente remarcables:
Exteriores magníficos y con una fotografía excelente (pero no abusiva técnicamente como en El renacido, por ejemplo). Interiores increíblemente veristas, de atmósfera absorbente, con una iluminación que nos mete en cuadros dignos de Velázquez en muchos de los planos.
El lenguaje antiguo, con los arcaísmos justos (no sabemos si filológicamente correcto, pero sí que da impresión total de ser antiguo), así como los gestos, las posturas… Notamos en los diálogos una diferencia respecto a las pautas conversacionales que nos son familiares en la actualidad, con un tono a veces mítico, refranes y giros como de teatro clásico, con un aire poético por momentos.
Toda la ambientación y objetos, está lograda al detalle. Con mención aparte de las armas y la acción:
- Sobre las armas: esos que a veces tenemos por inofensivos pistolones de pólvora, y el clásico y casi humorístico trabuco… nos aparecen aquí, merced a los buenos efectos visuales y sonoros, como el arma temible, mortal, que sin duda fueron.
- En cuanto a las escenas de acción y lucha, esenciales en las ficciones de Urbizu, vemos que se ha huido de los típicos tiroteos, de las estrategias de ataque y defensa creadas por el cine estadounidense y que seguimos viendo a todas horas. Por el contrario, hay en Libertad combates con un aire como arcaico, que parecen más emparentados con el reto, con el desafío a pecho descubierto, con la dinámica del duelo…
En general, los hábitos y costumbres: en la medicina, la servidumbre, la milicia, las relaciones personales y afectivas…, nos parecen realistas para su época (coetánea de la Revolución francesa y previa al Romanticismo) y no, como pasa a menudo, un simple calco de los modos y maneras actuales pero con el vestuario cambiado.
También nos parecen fuertes y creíbles los abundantes personajes, ya sean más protagonistas o secundarios —pues la narración no se centra en una única figura principal—, huyendo siempre del perfil heroico, del ‘chico de la película’, de la clara división entre buenos y malos. Son caracteres más bien llevados, arrastrados diríamos, por afectos ciegos, pasiones e intereses personales que por un mundo psicológico de dudas y cálculos racionales de tipo ‘burgués’ (permítase aquí el uso del cliché).
Es pues Libertad una excelente plasmación de la época del bandolerismo, reformulando ese gran filón que podría ser para la aventura hispana (como tantas otras épocas de nuestra historia, ámbitos óptimos para la ficción que permanecen claramente desaprovechados); es ésta, nos parece, la principal virtud de Libertad.
Aventura cruel y trasfondo social
En cuanto a la trama de Libertad, de Enrique Urbizu, no nos encontramos con un argumento de gran complejidad o profundidad, se trata de un relato de aventuras, si bien con la intensificación cruda, violenta y pesimista propia del cine de su autor. Diversos grupos e individuos, con objetivos, intereses y pasiones encontradas, se persiguen, huyen, se atacan… Idas y venidas, salpicadas de momentos ‘urbicescos’ (cierta tendencia a la saña, a la atrocidad física), a lo largo y ancho del magnífico entorno de la región en que se enmarca la peripecia.
La impresión general del universo creado es ruda, violenta, peligrosa. La narración es fatalista, no sentimos el ascenso esperanzado, típico de lo hollywoodense, hacia un final feliz, optimista… En este sentido, la miniserie nos lleva también a una reflexión desilusionada sobre diversos temas de interés: las pasiones, la injusticia, la venganza y, en particular, sobre la naturaleza y posibilidades de la libertad:
Entorno social: vemos la habitual alianza del poder económico con el político para potenciar a toda costa sus intereses materiales y de dominio. Se ven pocas salidas factibles, y las escasas ilusiones de libertad oscilan entre el ideal francés de ‘ahorcar a sus reyes’ o la escapatoria a tierras lejanas…
La cuestión filosófica: ¿es la situación social existente, la opresión, de naturaleza divina, inamovible? Y, si no lo es, ¿puede acaso la acción individual o de algún grupo generar algún cambio? ¿O estamos destinados a que todo siga igual?
Libertad, de Enrique Urbizu: algunos peros
Toca ahora repartir algunas dosis de varapalo a esta, por lo demás, interesante obra:
- En el fragor de la aventura, se echan a veces en falta motivaciones más proporcionadas a la tremenda pasión y crueldad que se produce entre las personas. Como pasa a veces en la ficción de Urbizu, los personajes giran locamente, llevados por impulsos desmedidos y no siempre bien clarificados.
- Se dan varios casos explícitos de homosexualidad, y surge la duda: ¿estaba ésta tan asumida hace 200 años? O se trata quizá de una concesión a la mentalidad actual…
- A falta de un ‘Anteriormente…’ al principio de cada capítulo, nos ha parecido a veces un poco confusa la ubicación y planes de cada personaje o grupo de ellos en el conjunto de la situación. Eso es en la versión serie; hay otra más condensada, para cine, donde quizá este efecto de ‘desorden’ no se produzca.
- Creemos que el público actual de series, mayoritario, puede echar de menos en Libertad las tramas sentimentales, el intríngulis amoroso, la vida de familia, el romanticismo…; un enfoque más personal, más afectivo, en resumen. También una narrativa menos ‘circular’ más progresiva hacia el deseado clímax; así como también una estética no tan cruda, más amable para ese público masivo.
- La Llanera, a pesar de ser en principio el personaje central, queda luego un tanto desdibujada, apagada como personaje, como si su figura casi mítica no se hubiera dotado luego también de un adecuado desarrollo argumental. Y nos cabe también una considerable duda sobre si la elección de la actriz para ese papel ha sido la correcta…
Narrativa y estética fuertes, muy personales
Potente descarga narrativa, no apta para amantes de lo edulcorado, con Libertad logra Urbizu una revalorización del género histórico, en particular de la aventura de bandoleros, evitando el tópico del bandido tipo Robin Hood, bueno y justiciero, que roba a los ricos para ayudar al pueblo… Urbizu profundiza en las posibilidades, para la peripecia de acción y también para la reflexión, de este género muy hispánico, exhibiendo una alta calidad artística y de producción.
Y al tiempo que potencia y redescubre el género, deja también en él su huella personal hecha de fuerza y violencia, de crudeza y desencanto moral. Rasgos que pueden ser virtudes por momentos, pero que en otros sacan su narrativa de la lectura fluida y placentera que la llevaría al éxito mayoritario.