Con independencia de si se está o no de acuerdo con su mensaje, choca en ‘El 47’ (Marcel Barrena) el fácil esquematismo de buenos y malos, y la cuidadosa artesanía de guión destinada a inculcar determinadas ideas, a base de una tosca manipulación de las emociones del espectador.
El ’47’ (Marcel Barrena): lo importante es concienciar
La película está escrita y dirigida por Marcel Barrena, cineasta especializado en concienciar al público sobre determinados temas sociales: discapacidad, tragedia de la emigración en el Mediterráneo, esclerosis múltiple, animalismo… En ‘El 47’ el mensaje que debemos interiorizar es claro: el pueblo trabajador emigrante, siempre unido y solidario (izquierdismo popular), vencerá a los opresores (franquismo español, y sus cómplices empresariales y políticos en la transición y, se entiende, hasta ahora) con ayuda de la Madre Cataluña, que acoge, instruye, educa e integra.
La narración parece el trabajo final de un Máster de Guión, usando todos los trucos de la narrativa fílmica norteamericana. Realmente es como si en Hollywood, alguien se hubiera encargado de ficcionalizar la historia de España eliminando cualquier matiz y reduciendo la situación a un argumento de brocha gorda, de buenos y malos, como un videojuego.
Maniqueísmo de videojuego
Ya la primera secuencia nos presenta en resumen compacto todo el mensaje de la película: Un equipo bien organizado y heroico de emigrantes se enfrenta a un equipo similar de guardias civiles (recuerda a ‘Evasión o victoria’) en un juego casi deportivo en torno a poder techar las chabolas en una noche o no. Por supuesto los buenos ganan con un truco de astucia digno de Michael Caine y Sylvester Stallone. El simplista esquema es eficaz para despertar la adhesión del público hacia los héroes populares que defienden su dignidad dramáticamente contra los empresarios (vendedor ambulante de productos de construcción !?) y la Guardia Civil (personificada en un guardia, no catalán desde luego, sino también andaluz, muy cruel = traidor a su clase, al que el espectador ha de odiar de inmediato). Tras este prólogo, que nos presenta los dos bandos y fija los sentimientos del espectador hacia los buenos y los malos, una lucha similar vuelve a repetirse ampliada, ya sobre la llegada o no del autobús al barrio, tema que recibe más desarrollo y culmina con una euforizante apoteosis de poder popular.
Buena interpretación, personajes esquemáticos
Si bien la buena interpretación de Eduard Fernández aporta cierto peso humano; en ‘El 47’ (Marcel Barrena) los personajes en general son esquemáticos, dibujados a base de tópicos y estrictamente graduados según su apoyo a la causa. Desde el Padre Pueblo (el protagonista) y la Madre Cataluña (su esposa integradora), que ocupan la cúspide, luego se van ordenando: los que colaboran siempre con el pueblo, los que ponen voluntad pero sin eficacia, los que son indiferentes o se rinden enseguida, los que miran con desdén la lucha y por último los enemigos del pueblo (Guardia Civil y algunos políticos).
Pequeñas anécdotas sirven para mostrar cómo evoluciona la posición de algunos personajes: así, la hija, ya muy integrada como catalana, se muestra escéptica hacia la lucha de los emigrantes, pero la muerte de su amiga la concienciará para estar al lado de su padre, concienciación que se expresará en una grotesca (por lacrimógena) escena musical. Y así cada secuencia: puesto que el objetivo de la película es concienciar al espectador, el estado de concienciación de cada personaje, su evolución hacia lo común…, es el tema de la mayoría de las peripecias.
Motivar indignación y sacar la lagrimita
Realmente todos los elementos, objetos o situaciones están en el film supeditados, puestos para, generar los afectos que fijen el mensaje en la mente del espectador. Desde la mancha en la pared, que crece cada día, típico elemento de manual del guionista simbolizando el aumento imparable de la tensón; hasta el monumento falangista como símbolo del mal, que en clímax cae derribado para que el espectador aplauda emocionado la victoria del pueblo. Si el guionista teme que reivindicar el asfaltado de la carretera puede resultar poco heroico y motivante afectivamente, un oportuno incendio, con su correspondiente tragedia recalcada por los gritos desgarrados de ‘no puede subir el camión de bomberos y mi hijo va a morir’, etc… aporta el dramatismo deseado.
El periplo del héroe por el ayuntamiento (con encendida arenga en intenso primerísimo plano) solo sirve para mostrar la soberbia, desprecio y traición de los políticos frente al humilde y humano héroe popular. La canción que se ensaya en el coro, un tema visto en ocasiones como himno antifranquista e independentista (Es sabido que Joan Baez se lo dedicó a Puigdemont). La pérdida del reloj (no se vuelve a mencionar), un simple pretexto para traer el recuerdo del padre del héroe, que fue asesinado por la Falange. El amigo político, su presencia sirve para visualizar la impotencia de los políticos bienintencionados frente al sistema, la necesidad de que sea el propio pueblo quien se libere desde abajo… Así en cada escena: nada ocurre porque sí, por la marcha propia de la vida; todo es un truco para sacar la lágrima o la indignación del espectador, para enardecer su apoyo cordial a lo popular.
El poblado es un auténtico belén del pueblo humilde e idealizado. Vemos a los emigrantes perfectamente vestidos, diríamos casi que disfrazados de emigrantes, con acentos sureños convenientemente impostados; el ambiente siempre sano, afectuoso, solidario, utópico; sin lado oscuro ni maldad, sin vicios alcohólicos ni fumar siquiera (lo que choca). Por el contrario, las figuras del mal: odiosas, inmisericordes, malvadas…
¿Problemas de integración en Cataluña de los ‘charnegos’? En absoluto, ni la menor mención a la palabra ni a la situación, todos los catalanes se muestran comprensivos, afectuosos con el héroe, integrándolo y apoyándolo (la señora pasajera del bus que se une a la lucha así, sin más, absurda pero simbólicamente…). Choca también el uso abundante del catalán en la época del franquismo, en ámbitos del trabajo y la emigración, y aún más entre los concejales del ayuntamiento predemocrático, con la bandera del aguilucho detrás… ¿reescritura del ayer añadiendo pasadas catalanidades? Lo ignoro.
La estética cinematográfica, irrelevante, funcional, que no moleste a la recepción e interiorización del mensaje. La ambientación, tremendamente idealizada, embellecida, para que resulte más simpática, más asumible la identificación del espectador. Es una mezcla de película americana de buenos y malos con ‘Cuéntame cómo pasó’… Imaginamos que tras el aprendizaje que supuso dicha serie, amplias capas de la población adorarán ahora este ‘El 47’ (Marcel Barrena) con su esquema simple y lleno de emociones…
Qué lejos queda la visión de Martin Gaite (‘La conciencia tranquila’) o la de ‘Tiempo de silencio’ sobre el horror de la chabolas, escasamente heroicas y nada presentables. Qué lejos queda, sobre todo, la obra entera de Juan Marsé, tan poco americanizada y con tan pocos trucos de guión, que nos muestra las barriadas barcelonesas de la emigración con tal veracidad que una obra de ‘moraleja’, esquemática y burda como ‘El 47’, nos resulta casi insultante.
Qué curioso que los dos filmes galardonados con el Goya a mejor película en 2025 adolezcan de muchos defectos comunes. En ambas cintas, los malos son malísimos y los buenos, casi merecedores de beatificación. Si queda alguna duda de quien es el malo, se recalca vía guión (en «La infiltrada», llega a tirar al cubo de la basura al gato de la protagonista, y todos sabemos gracias al cine americano que matar personas es una cosa pero hacerle daño a una mascota es lo que separa a los malos de medio pelo de los villanos sin entrañas). Ambas películas también combinan recursos narrativos y formales propios del cine comercial americano (en el caso de «La infiltrada», el policial más mainstream) con hechos reales más o menos ficcionados. Ambas cintas dan también un poco de turra bienintencionada (léase mensaje) sin entrar en honduras ni cuestionar nada serio, pero permitiendo a sus actores y responsables formular pintones discursos al recibir los premios de rigor. Curiosamente, si tanto a «El 47» como a «La infiltrada» se les eliminan las referencias a dichos hechos reales y se cambian, por ejemplo, por historias ficticias sobre, pongamos, las 3000 viviendas, en el primer caso, o la infiltración en un grupo narco, en el segundo, las historias funcionarían exactamente igual a nivel narrativo ya que son filmes comerciales que manejan con solvencia las convenciones de cada género (eso hay que reconocérselo) y entretienen con su maniqueísmo casi ochentero. Eso sí, el mensaje buenista, progre y pintón desaparecería. Y, claro, así es más difícil hacer buenos speech al recoger los premios… Y que te los den.
Bien visto todo tu comentario, y esa coincidencia no será por casualidad… Lo único que no compro es lo de ‘maniqueísmo ochentero’, porque el maniqueísmo, cuando lo es, no droende de la década, sino de la intencionalidad política o procedencia del aparato industrial.0J
Lo de «maniqueísmo ochentero» lo decía por las típicas películas de acción de los 80, tipo «Arma Letal» o similares con malos de guardarropía y conflictos muy primarios 😀
Si, ok… pero sin olvidar las primarias de los 70, los 90 y las de ahora, que acaso serían incluso más…