Al salir de la proyección de este documental, mientras se frotaba las manos con vehemencia para reactivar el flujo sanguíneo de sus dedos amoratados por la inusualmente gélida temperatura de una noche de lunes, uno de mis compañeros de proyección comentaba: «han hecho un documental de hora y media para hablar de uno de 20 minutos». A veces, recalcar lo obvio no sólo no está de más sino que incluso es lo único inteligente que podemos hacer.
Como sabrán, «Una esvástica sobre el Bidassoa» (entiéndanse esas dos «S» como un juego gráfico y de palabras entre la comarca fronteriza vasca y las Schutzstaffel nazis), es un proyecto que parte del hallazgo de un ignoto documental que, Herber Brieger, un director alemán afín al partido nacionalsolialista, rodó en Euskalherria en plena 2ª Guerra Mundial.
El documental titulado «Im lande der Basken» (En tierra de vascos) pretendía ser un fresco antropológico del pueblo euskaldun desde la particular perspectiva que la Alemania nazi tenía sobre aspectos tales como la pureza racial, la defensa de la tradición, etc. Además, al parecer, formaba parte de un ambicioso plan nazi para establecer una alianza con el movimiento nacionalista vasco (y se supone que otros movimientos análogos de otros países) que reforzara aún más la posición de Alemania tras la guerra. Como punto de partida, no me negarán que la cosa cuanto menos es intrigante.
Alguno de ustedes, se preguntará ¿para qué necesitaba el entonces todopoderoso imperio ario la ayuda de un movimiento nacionalista (del PNV vaya) arraigado en un, en comparación, diminuto territorio como era Euskadi? Antes de ver la película, reconozco que lo ignoraba. Después de verla… también.
«Im lande der Basken», a juzgar por los extractos que sus directores Alfonso Andrés y Javier Barajas muestran de ella en «Una esvástica sobre el Bidassoa», básicamente, es una estereotipada sucesión de imágenes de vascos jugando a la pelota en un frontón, bailando el arin-arin, etc. (un poco en la línea del material procedente de «Around the World with Orson Welles» que Julio Medem incluyó en «La Pelota Vasca») y que, según nos cuentan, desapareció sin dejar rastro tras el fin de la contienda, no siendo hallado hasta más de medio siglo después.
Al más puro estilo del actual periodismo» de investigación» televisivo, en «Una esvástica…» se nos muestran documentos que reflejan, aparentemente, comunicaciones entre nazis y nacionalistas vascos (o de los unos hablando sobre los otros), que sugieren seminales conatos de acuerdos ocultos y alianzas secretas. Como si de los emails de Urdangarín o Bárcenas se trataran, se destacan infográficamente párrafos en alemán que muestran de forma inequívoca (para el que sepa alemán, claro) las intrigas, desconfianza mutua y juego de poderes que, cual partida de ajedrez podía decidir el futuro de Europa una vez terminada la 2ª Gran Guerra. Todo ello, en un tono tan grandilocuente, que en más de una ocasión da la sensación de estar ante un «fake», un falso documental al estilo del genial «Forgotten Slver» de Peter Jackson…
Sin embargo, esa sensación no procedía, lamentablemente, de la capacidad de fabulación de sus directores (la escasez de datos importantes de la que adolece todo el filme hace que el interés que despierta esta obra no vaya más allá del que puede generar una anécdota estirada) sino precisamente del hecho de que Andrés y Barajas parecen estar planteando al espectador conexiones histórico-políticas (lindando con la conspiranoia en ocasiones) a partir de hechos muy menores y que sólo de forma muy epitelial podían llegar a sugerirlas. La irritante táctica de tomar datos insignificantes y hacerlos pasar por hechos históricos trascendentales (tan en boga últimamente en los media) acaba transmitiendo una imagen de falsedad que un documentalista que se precie no puede permitirse.
Por otro lado, los autores de «Una esvástica…» se olvidan durante gran parte del metraje del Macguffin del filme, el documental «Im lande der Basken» y muy especialmente de Brieger, su creador, probablemente conscientes de que el primero, el documental, no da mucho más de sí aparte de su bizarría y de que del segundo, Brieger, no poseen apenas información relevante que aportar. Pero, a pesar de esto último, tampoco son capaces de envolver de un halo de misterio al personaje («ya que no somos capaces de decir nada nuevo sobre él, al menos podemos seguir formulando preguntas sin respuesta o teorías indemostrables», podrían haberse planteado).
Pero no. Directamente se desentienden del teórico hilo conductor de su película y van acumulando material gráfico y testimonios que nada aportan (ni siquiera el del hijo del director alemán), para enhebrar un ejercicio de historia-ficción que envidiaría el propio Dan Brown pero que acaba por aburrir por su inanidad y su falta de fuste. Al final del metraje, uno se queda con las mismas preguntas sin respuesta con las que inició el visionado de la cinta… o se quedaría de tal guisa si es que esas preguntas le importaran lo más mínimo. Por si se lo preguntan, la respuesta es sí: la archirrepetida imagen del encuentro entre Hitler y Franco en Hendaya también aparece en el filme, intentando los directores, quién sabe, si sugerir un elemento inquietante al mismo gracias al subtexto (mínimo) que «Una esvástica…» propone.
Finalmente, la percepción que le queda a uno como espectador es la de haber asistido a un gratuito ejercicio de venta de humo probablemente más tendente a enamorar a quienes manejan subvenciones y/o patrocinios que a quienes pudieran ocupar las butacas, que también (es más fácil vender un bizarro crossover entre nazis y nacionalistas vascos en pos de la supremacía mundial que sustentarlo después con un producto sólido y documentado que lo justifique).
En el filme, se repite mucho la idea de la supuesta fascinación que los nazis sintieron por el pueblo vasco (con la oportunamente traída por los pelos conexión lau-buru/esvástica). Más intrigante y digna de estudio, seguramente, sea la fascinación actual que existe por la parafernalia nazi (a nivel estético, al menos) con coartadas más o menos culturales como la ya tópica reinvidicación de la figura y obra de Leni Riefenstahl. Así, la única pregunta que realmente quedó en el aire (aunque a un nivel retórico, la verdad), al salir de ver «Una esvástica sobre el Bidassoa» no fue «¿por qué se rodó el documental de Herber Brieger?» sino, más bien, «¿por qué se ha rodado éste?».
NOTA: «Una esvástica sobre el Bidassoa» supone el testamento audiovisual de Ramón Labayen, antiguo alcalde donostiarra y fallecido poco después de su estreno. Labayen participa recordando su infancia en Iparralde durante la ocupación alemana.
Crítica de "Una esvastica sobre el Bidassoa":
http://www.elvarapalo.com/insertos/una-esvastica-sobre-el-bidassoa-alfonso-andres-y-javier-barajas.html
Interesante, ¿sabes si esta online el documental o parte de el al menos?
Sólo he encontrado el tráiler. Lo tienes en vimeo, youtube, etc. El tono del mismo es bastante parecido a lo que describo en el artículo (musiquilla de suspense incluida).