Teen angst y posguerra (a 70 años de la publicación de Nada, de Carmen Laforet)

Portada Nada Laforet 001Dentro de mi imaginario personal, debo confesar, Nada, de Carmen Laforet, gravita más cerca de películas traspasadas por un halo de grunge y MTV, como Welcome to the Dollhouse o la serie animada Daria, que de La familia de Pascual Duarte y otras referencias más literarias. Esto tiene que ver, principalmente, con el momento de mi vida en que el libro cayó a mis manos, −alrededor de los 18 años−, cuando el hecho de estar dejando atrás el mundo infantil, aun proscrita del mundo adulto, me dejaba en un estado de ánimo ávido de personajes que me resultaran identificables, como Enid Coleslaw de Ghost World o Andrea en Nada: niñas, jóvenes en pleno desarrollo, que encuentran el mundo al que supuestamente deberían adaptarse como un lugar confuso, inhóspito, y en última instancia, inhabitable. Pasa, entonces, que mi juicio de esta novela se ve trampeado por el fantasma de esa yo pasada; un fantasma muy torpe y sentimental, que pasaba demasiado tiempo en su cuarto, viendo películas y series noventeras, discutiendo sobre las mismas en foros de internet –“¡Cuántos días sin importancia!”−. Lo escribo como si no hubieran pasado solamente un par de años y ya no quedaran rastros de aquella muchachita (cosa que sería una tácita mentira; acabo de ver de corrido la primera temporada de Clarissa explains it all), pero el caso es que descubrí que mis competencias lectoras, presuntamente avezadas por mi experiencia en la carrera de Letras, no alteraron demasiado mi relectura de Nada como podría esperarse que sucediera. Y no porque la novela resulte pueril en su hechura, sino porque me pareció, de alguna manera hegeliana, que el espíritu de Andrea dialoga directamente con el de esas jóvenes de la era digital. Ya explicaré por qué digo algo así, pero antes, algunas consideraciones sobre la novela y su tiempo.

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Aquello que cambia: Nada, naturalmente, pertenece a su propia época. El clima de la posguerra la condiciona inequívocamente, y no de manera gratuita. Cada personaje, cada escenario que Laforet ilustra, lleva en sí la huella de ese pasado inmediato, del trauma abyecto. Las peleas encarnizadas entre hermanos, como una reproducción del fratricidio que implicó la violenta división de bandos durante la Guerra Civil; calles oscurecidas, iglesias incendiadas, como estigmas de un pueblo lastimado que debe convivir con sus heridas diariamente. Quizá el ejemplo más sugerente sea la propia casa en la calle de Aribau: un espacio sombrío, confinado, abarrotado de cachivaches inservibles que son remanentes de una época dorada. Como en Enrique de Ofterdingen, los objetos se cargan de las virtudes de sus dueños, sus propiedades luchan por salir a la luz como una fuerza natural. En la calle de Aribau, sin embargo, no tenemos los caracteres enaltecidos de la nobleza medieval, sino a una España fracturada en sus cimientos, la familia deformada hasta volverse sólo un tenue trazo de lo que solía ser. Andrea y Ena, las dos jóvenes, esperanzadas, vibrantes, son apenas el débil pulso sanguíneo del paciente comatoso. No una promesa, sino un anhelo del futuro.

No obstante, es importante notar que, si bien el comentario subjetivo de nuestra narradora es profundamente crítico de su propia condición, no lo es de la situación socio-política de la posguerra. Lo que tenemos, principalmente, es la perspectiva de una joven española que vive, por lo demás, despreocupadamente, en ese contexto. A este respecto escribe Sally Perret que, mientras algunos consideran a la novela carente de ningún análisis sustancial de la situación del país, lo que cobra valor crítico y estilístico dentro de su naturaleza ambigua es el tamiz de la realidad de nuestra protagonista y narradora. El hambre de Andrea como relieve de su estancia en Barcelona viene a representar, por una parte, una condición en la que vivía una gran parte de la población en la España de ese tiempo. Pero también, y más significativamente, el hecho de que Andrea pase hambre durante gran parte de la novela, nos sugiere que el tipo de relato al que acudimos es uno que tiene que ver con lo corporal, los sentimientos y las pasiones. No por nada se le llegó a llamar a Laforet la Brönte española.

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Carmen Laforet

Ahora pensemos la novela como representante de lo que se llama odiosamente “literatura femenina”. Lo que sucede después de siglos de novelas escritas por hombres, para hombres, sobre hombres, es que una inusitada voz femenina cobra la extravagancia de un tocado de plumas de avestruz, al punto de que gran parte de los textos sobre Nada, resultan ser reivindicaciones de ésta como la bildungsroman femenina, lecturas de género y estudios psicoanalíticos sobre el lesbianismo latente en la narrativa de Laforet. Y sí es posible, probablemente, hablar de un linaje de bildungsroman femenina en el cual incluir a Nada, pasando por las casi contemporáneas Bonjour, Tristesse de Françoise Sagan, y The Bell Jar de Sylvia Plath; pero entonces nos arriesgamos a perder de vista numerosas lecturas que trascienden el hecho de que fueron libros escritos por mujeres jóvenes. Superpongo este pequeño desplante a mi tesis inicial, ya que resulta ser, lamentablemente, una confirmación más de esa costumbre, y espero que reconocerlo tenga validez como apología. Y es que ¿no es acaso la era digital una posguerra a su manera? A kilómetros y kilómetros de los conflictos bélicos que se viven en varias partes del mundo, como habitante despreocupada de la caótica Ciudad de México, emito mi perspectiva de pequeño-burguesa que no ha percibido directamente cambios históricos significativos, en tanto no tenga que ver con la nueva actualización de iOS o el triunfal regreso de My Bloody Valentine hace un par de años. Lo único de lo que puede dar fe mi testimonio, en todo caso, es de la sensación de suspenso e intrascendencia, pues “[…] unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida […]”; como Enid Coleslaw, como Andrea y como yo.

Notas:

– Anderson, Andrew A. «Narrative Structure and Epistemological Uncertainty in Carmen Laforet’s Nada.», Bulletin Of Spanish Studies 88, 2011, Humanities International Complete, EBSCOhost (accessed September 23, 2014).
– Laforet, Carmen. Nada, Ediciones Destino, Barcelona, 1999.
– Novalis. Himnos a la Noche y Henry de Ofterdingen, Cátedra, Madrid, 2004.
– Perret, Sally. «A Nothing That Does Things: Hunger as Affect in Laforet’s Nada.» Hispanic Research Journal 13, 2012, Humanities International Complete, EBSCOhost (accessed September 23, 2014).

 

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