Literatura a pie, novela de la caminata, con gran balance entre subjetividad y representación, es decir, balance entre las piernas del que camina contando y el camino que cuenta sus propias historias, y que a veces son senderos que se bifurcan, pero no importa, no importa porque el que camina es un turista o un Voyeur un tanto desinteresado, las verdades no importan mucho, lo que importa es caminar.
Literatura a pie, esa es la propuesta de la novela de Sergio Chejfec, Mis dos mundos (2008), que se lee de un tirón y que te hace reír gracias al tipo de inteligencia descreída del autor. El narrador está próximo a cumplir cincuenta años, y como nos dice, quiere aprovechar esa coyuntura para reflexionar sobre su vida como lo hicieran dos amigos suyos también escritores de quienes no menciona los nombres pero que me aventuro a suponer (puedo equivocarme) que se trata de César Aira (¿Cumpleaños o La vida nueva?) y Sergio Bizzio (Era el cielo), pero su reflexión es un camino que se desvía, como quien de tanto haber reflexionado en sus cincuenta años de vida, sabe que las reflexiones no tienen destino.
Ese es uno de los dos caminos (los dos mundos?) de la novela, el otro camino es, pues, el camino, lo que el camino ofrece, porque el narrador ha salido a caminar por una ciudad al sur de Brasil, y mientras camina por las áreas verdes de la ciudad nos cuenta lo que se cruza en su camino. Su mirada sobre el paisaje es diletante y un poco narcisista, mucho de lo que ve le hace recordar algo de su vida, pero a veces no, a veces lo que ve no lo lleva a una reflexión sobre su vida o a un recuerdo, a veces el “camino” no lo lleva a ningún lado, y esos son los momentos más fascinantes de la novela.
Chejfec, me parece, está consciente del género literario en el que participa su novela, género por demás viejo, pero muy rico. Pensemos en Dante que luego de su cumpleaños y su middle life crisis decide darse una larga caminata en La divina comedia, pensemos en Montaigne, que escribe sus ensayos mientras se da un largo y azaroso viaje por algunos pueblitos al sur de Francia y al norte de Italia, y sobre todo, pensemos en los Sueños de un caminante solitario, el último libro de Rousseau que escribe en primera persona algunas reflexiones que le produce el bucólico paisaje. Los dejo, así, con un breve pasaje de la novela de Sergio Chejfec, no falto de ironía, que creo ilustra mi punto sobre cómo se bifurcan los dos caminos de la novela (la ciudad y el narrador).
“La escena era un cuadro de lo más bucólico, o una foto: la luz de la tarde, el paisaje lacustre y, en primer plano, el cisne que mira hacia el centro del punto de vista. Me miraba a mí, como dije, y lo seguiría haciendo aun si me cambiaba de mesa o si salía de la terraza”
Sergio Chejfec, Mis dos mundos. Alfaguara, 2008.