Piel de lobo, de Lara Moreno

Demonios familiares y sufrimiento cotidiano

Piel de Lobo, de Lara MorenoPiel de lobo es la segunda novela de Lara Moreno, aparecida en Penguin Random House el año 2016. La obra nos presenta los problemas cotidianos y la agitada personalidad de Sofía, una joven madre que atraviesa un largo periodo de crisis personal y matrimonial; y de su hermana menor, Rita, con la que mantiene una relación tensa y ambivalente. Ambas se han refugiado de sus complejas situaciones vitales en la antigua casa familiar de veraneo, en un pequeño pueblo costero del sur de España.

La autora, Lara Moreno (1978), nació en Sevilla pero pasó su infancia y juventud en Huelva (zona donde se ubica la acción de Piel de lobo). Ha publicado varios libros de relatos y dos poemarios. En 2013, publicó su primera novela Por si se va la luz, obra enmarcada en la corriente neorruralista de la literatura española del siglo XXI. En el neorruralismo se da una “necesidad de volver a las raíces míticas, a los orígenes familiares. No tanto para narrar el campo como para narrarse a sí mismos”. Y en la misma fuente: “La propia crisis económica española (2008-2015) fomentó la marcha de ciertas personas de las ciudades para instalarse en el campo y alentó esta clase de relatos, como la situación que refleja la novela Por si se va la luz de Lara Moreno”. Su segunda novela, que ahora comentamos, Piel de lobo, pese a varias diferencias, comparte con la anterior esa sensación de ‘regreso’: retorno a la infancia, a las experiencias familiares, al pueblo de ‘cuando éramos niños’; y también la necesidad de huir del agobio de la vida ‘normal’, urbana, hacia una vida más simple, más íntima y quizá más feliz.

La novela nos presenta minuciosamente el universo cotidiano de Sofía, un mundo poblado de los objetos, acciones y preocupaciones de su vida diaria y también de las personas que la rodean: su hermana, así como su hijo, su marido y su madre; todas ellas son vidas y personajes en principio poco espectaculares. Mediante una sucesión casi impresionista de episodios -en ocasiones simples anécdotas- presentes y pasados, se va estableciendo una cierta conexión entre la personalidad actual de las hermanas y sus experiencias infantiles.

Piel de lobo, una trama problemática

La protagonista de Piel de lobo, Sofía, se nos presenta como una persona llena de temores y obsesiones, depresiva, constantemente ‘dando vueltas’ en la cabeza a sus preocupaciones, a sus miedos. Con una ansiedad intensa que llega a incapacitarla en ocasiones para las actividades cotidianas.

“Qué te voy a contar, Rita. No sé cómo empezar. Llegué, fui al médico, le dije todo, me recetó pastillas, y me sugirió psiquiatra o psicólogo o algo, en fin, lo de la glotis del otro día fue lo que le preocupó más, yo le he dicho que no creo que haga falta pero es verdad que para estar automedicándome mejor seguir un patrón, en fin, no sé”. (p. 97)

Esta situación mental parece a veces algo exagerada y falta de justificación. Lo mismo puede decirse de alguna de las cuestiones dramáticas que se dan en su vida; por ejemplo cuando nota que su relación matrimonial empieza a hacer aguas, esta es la noticia que recibimos de ello:

“Con Julio me sentía igual o peor. Algo ya fuera. Algo escapado. Él no me rechazaba, no. Pero algo tan lejos. Es que en realidad yo tenía pánico a que nunca más”. (p. 100)

Nos transmite más confusión mental que sentimientos matizados. Tampoco vemos la génesis de esas exageradas emociones. Tan es así que el lector espera la revelación de alguna experiencia traumática de la infancia, algo que pueda dar razón de los actuales problemas de ansiedad, miedos, depresiones, agobios…

Y en efecto, cuando parece que la trama está próxima ya a esa culminación, todo el panorama cambia de improviso, y será de pronto su hermana, que hasta ahora se nos presentaba como la más natural, despreocupada, independiente, valiente… la que, en una inversión poco clara de la trama, tome un nuevo protagonismo…

Ante estos vaivenes, no podemos decir que el atractivo de la obra radique en la solidez de la trama, como tampoco en la originalidad de los personajes ni de las situaciones. Ni, diríamos, en la limpieza del estilo, pues, quizá para acentuar el carácter coloquial, casi oral, del relato, el texto abunda en coletillas, errores en ocasiones, y cierta confusión en los párrafos largos, algo farragosos a veces.

No es en estos aspectos donde está el acierto, el interés de la novela, sino en la propia voz narrativa, en la voz que nos va contando la historia, y en cómo nos la cuenta.

¿Quién cuenta qué?

Nos encontramos claramente con un mismo narrador y una misma voz para todos los personajes. Sofía, la protagonista, nos cuenta a veces recuerdos en primera persona: oímos entonces una voz que es un constante fluir melancólico, angustiado, neurótico por momentos, compuesto por una larga sucesión de fragmentos de frase -o palabras sueltas- coordinados por comas; y en el que se mezcla todo: acciones, descripciones, diálogos, valoraciones, recuerdos, comentarios…

“Miro a mi hijo jugar solo y me pesa el cuerpo. (…) estoy todo el día ocupada en ser su madre y miro a mi niño jugar, mamá, quieres jugar conmigo, y no puedo, hijo, porque tengo que hacer cosas, y tengo que pensar, y recordar, y asumir que ya está, que ya he llegado a ese momento, que la vida ya no es para mí, que no me queda suficiente tiempo, que hace siglos destruí mi libertad por pereza, por melancolía aprendida en los libros, por cobardía sobre todo, esa cobardía de buena hija que…” (p. 158)

Podría pensarse que esta voz es el flujo mental de Sofía. Pero pronto nos daremos cuenta de que en otros fragmentos con más acción externa, en los que se usa el narrador en tercera persona, la voz que oímos, ese envolvente, rítmico, a veces obsesivo flujo verbal, sigue siendo la misma voz que oíamos en la primera persona. Y es también la misma cuando el narrador en tercera persona narra desde otros personajes. Así pues, esta voz envolvente, que nos va conquistando con su cadencia y
con su lamento, es siempre la misma, ya sea que hable Sofía, Rita, un narrador aparentemente externo… Pero ¿de quién es esa voz que nos habla, que nos relata la historia?

La voz íntima de las confidencias

En una reciente entrevista con Adrián Viéitez en Zenda, dice Lara Moreno, la autora: “Hay una voz que utilizo bastante (…): un narrador en tercera persona subjetiva, que es como una falsa primera persona en realidad”. Y luego admite: “En Piel de lobo usé ese narrador, que está encima de todos los personajes, sí, pero lo está especialmente de Sofía. Es decir: en realidad, ese narrador es Sofía”.

Ciertamente esa voz, ya sea en primera o tercera persona, está ‘encima’ de todos los personajes, es decir, que habla desde todas las conciencias y en todas las personas; en ese sentido, ¿no podemos decir que es la propia autora, la que está detrás de esa voz constante, fluida, conocedora de todos los hechos y pensamientos? Una voz que es un gran hallazgo de Moreno, con la que nos cuenta casi al oído su historia. Una voz más oral que literaria (basta leer el texto en voz alta), como de corro de contar historias, que incorpora en su fluir a todos los personajes, que integra todos los acontecimientos, las palabras dichas o solo pensadas, y también los saberes y comentarios de la propia autora.

Es sin duda esa voz narrativa, por más que pueda resultar en momentos algo farragosa, el máximo acierto de la obra. Por su sinceridad, por su tono más ‘de persona a persona’ que literario, por ser, en fin, la voz con la que las amigas se cuentan sus intimidades; lo que ‘engancha’ al lector y le hace disfrutar la lectura de la novela y proseguirla hasta el final.

Nota: El presente texto se elaboró como parte del Curso de Crítica Literaria de la Escuela Cursiva.

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